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lunes, 2 de agosto de 2010

LA VERDADERA PATRIA: DE LA FE Y LA PLEGARIA

En estos tiempos difíciles, donde la dura realidad de nuestro país nos mina de muchas angustias y desesperanzas, los católicos cristianos no debemos olvidar ese legado maravilloso que nos dejó Jesús de Nazaret: La fe y la plegaria.

La fe es una actitud hacia la realidad, una negativa a admitir que el universo carece de sentido o es opaco. Y la plegaria no es tanto lo que decimos a Dios sobre la realidad como una disposición de ánimo en que lo escuchamos a Él. La fe no es un asentimiento intelectual ante un complejo conjunto de enseñanzas e instrucciones. Es, ante todo, un proceso por el cual trato de escuchar lo que Dios –y Él a través de Jesús- dice, y ver qué hace, aquí y ahora, siempre en el umbral de mi vida. Como alegaban los filósofos de la ilustración francesa, cuesta comprender por qué la gente depositaría su confianza en Dios una vez que habló a otra persona y no tiene nada que decirnos en el presente. La única clase de Dios que tiene sentido es un Dios que continúa interpelándome en mi experiencia, en todo lo que me atañe. Ese es el país en el que resido.

Pero ¿cómo hablar de este acto de escuchar y de ver, de estar alerta a la revelación del Dios escondido en el presente? ¿Cómo puedo saber que habla el Dios viviente, o el Jesús existente que actuó una vez y continúa revelándose?

¿Qué significaban las palabras “fe” ,“confianza”, “creencia” para Jesús, y cómo la interpretaron los evangelios la relación entre lo que Jesús hizo en la historia y lo que continúa haciendo en la vida de creyente.

“Si tenéis una fe del tamaño de un grano de mostaza” dice Jesús a sus discípulos, refiriéndose a la fe como una semilla de confianza en la infinita posibilidad de Dios, el embrión siempre en Estado de devenir… “nada os será imposible”

El sentido es claro: aceptar a Dios, confiar incondicionalmente, y desbordante amor como único fundamento de certeza en la vida. Es entrar en su omnipotencia. Viendo, más profundamente que con nuestros ojos físicos, viendo con el ojo interior –tal como sabemos que otro nos ama mediante la claridad de nuestra visión interior- sabemos por experiencia que somos infinitamente aceptados. Ése es el sentido de la exhortación de Jesús a “creer en la buena nueva”, aceptar que somos aceptados. No se trata de una empresa intelectual, un ejercicio de la razón. En definitiva, es cosa del amor.

¿Cuál es el efecto de esta confianza, de esta fe? “Tu fe te ha salvado” dice Jesús una y otra vez a los heridos, a los débiles de cuerpo y espíritu. Es la obra de una vida, una actitud hacia la realidad que debe comenzar diariamente, pues la fe, como escribió el autor de la Epístola a los Hebreos, atañe a cosas invisibles, cosas imperecederas que están más allá de la decadencia y de la muerte.

El proceso de fe comprende también una incursión en la plegaria. La vida de Jesús fue una plegaria, no sólo una de siete actos y una compilación de enseñanzas, ocasionalmente interrumpidas por el diálogo con Dios, sino una simple y constante entrega de sí mismo.

Las enseñanzas y actos de Jesús de Nazaret estaban arraigados en su propia vida interior, en su firme comunicación con Dios. De esa vida interior venía su inimaginable humildad, su acatamiento del destino que veía más claramente su voluntad de Dios para Él; también de allí venía el amor de Dios que irradiaba a través de Él a quienes conocía y tenía efectos concretos en sus palabras y actos. En Él se manifestaba el sentido más pleno de la plegaria: en su conciencia de Dios procedía un inconmovible vínculo de amor, del amor venía el contacto. En Jesús vemos el punto de convergencia entre el amor de Dios y el amor del prójimo. Implícitamente, esto tiene que ver con que toda su vida fue una plegaria, que nunca consiste en palabras, sino un estado del ser, tal como lo es la fe. Las palabras explicitan lo que existe siempre cuando no hay palabras.

Su vida está llena de ejemplos al respecto: “Por la mañana aún cuando estaba oscuro, se levantó, se fue a un lugar desierto, y allí oró” , “Cuando Jesús se enteró de esto (ejecución de Juan Bautista) se retiró en una barca a un lugar desierto”

Como la fe, la plegaria no es un ejercicio intelectual: es la condición de estar en presencia de Alguien que es conocido y amado. Consiste en escuchar a Dios y ofrecernos a Él, sólo es posible si admitimos nuestra contingencia nuestra dependencia total.

Con todo su misterio, su mal y su padecimiento, la vida en este país y el mundo entero, se puede afirmar a causa de Dios, y sólo a causa de Dios. La fe, ese compromiso con la maravilla abierta y el rechazo a aceptar que en definitiva no hay sentido, comprende que la negación no resuelve el problema del mal. Como posición ante la vida, orientación de nuestros deseos más profundos y actitud de creciente confianza en Dios, la fe es la única que puede imponer ORDEN donde hay CAOS. La fe es aquello para lo que nacimos, y por lo que obramos a diario en nuestro país y en el mundo.

Es entendible que la angustia y la desesperanza puedan morar en nosotros, pero se pueden encauzar por medio de la fe y soportar gracias a la plegaria. La fe es la patria del alma, y la plegaria su lengua natal.

2 comentarios:

Mutuverria Corp dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Mutuverria Corp dijo...

Me gusta la pasión que hay en ti, el amor que le pones a las cosas que haces, aunque los ideales del origen hayan mutado tanto y los desvalores de hoy dejen el horizonte oscuro.

Quedo impresionado de la mujer que eres... Amo eso que tienen dentro...

Amor por lo que quieres..

Tu amigo del Mundo en principio

Te envió mis Cariños...

Christian Mutuverria

christian.mutuverria@gmail.com / live.com

www.americanobservatory.blogspot.com